WTC: Obispo Zurek, usted usó la palabra “conciencia” varias veces durante la entrevista anterior. ¿Nos hace favor de definir conciencia para aclarar según la definición de la Iglesia Católica?
Obispo Zurek: Desde el Segundo Concilio Vaticano, la definición que usamos para aclarar conciencia—para un católico, un cristiano no-católico o aún para un no-cristiano—es esta: La Conciencia es lo más recóndito de cada ser humano en donde esa persona encuentra al Dios Vivo. Ciertamente esto incluye a los que no tienen fe en Dios. La falta de fe no niega la existencia de Dios. Dios sigue siendo real y tratará de hablar a aquellos que aún no lo conocen. Cuando el papa escribe una encíclica, usualmente la dirige a los arzobispos, obispos, sacerdotes, diáconos, todos los fieles católicos y toda la ‘Gente de Buena Voluntad’. Esta última categoría ‘Gente de Buena Voluntad’, incluye a los no-creyentes que escuchan esa voz interior de la conciencia y hacen el bien que se les ha revelado ahí. Este lugar de reunión de Dios y hombre, la conciencia, es un lugar santo. En lo profundo de su conciencia, la persona descubre una ley que ningún ser humano o entidad ha establecido para el individuo; es una ley natural, discernible por la razón, que debemos obedecer. Santo Tomás Aquino dijo que debemos seguir a nuestra conciencia—que es suprema. Hasta dijo que aún cuando la conciencia está formada equivocadamente, se debe seguir.
La pregunta que exige respuesta es cómo formar nuestra conciencia para que no esté equivocada. Vamos al interior para encontrar a Dios. Actualmente hay muchas decisiones que hacer, ya sea discutir las células embrionarias para experimentos, el aborto, la eutanasia, y muchos otros temas. La conciencia es muy significativa ahora. Mucha gente dirá: “En my conciencia yo creo…” Pero no entienden la naturaleza verdadera de la conciencia. No es un subjetivo “yo creo…o yo siento…” La conciencia es ese lugar interior y profundo en donde se encuentra uno con el Dios Vivo quien nos revela su Voluntad, una ley que Dios ha escrito en nuestros corazones. Se debe obedecer esa ley pero debe estar bien formada. La Iglesia dice que una persona necesita estudiar las enseñanzas de la Iglesia Católica en el área específica: adquiere todos los datos posibles de la ciencia y del Catecismo para ver lo que la Iglesia enseña. Entonces el individuo debe entrar en la oración con Dios que está en la conciencia, para invocar la ayuda del Espíritu Santo. San Lucas les dijo a los apóstoles y discípulos que volvieran a Jerusalén a la Sala del Piso Superior “a orar por el Poder de lo Alto”; los Padres Griegos dirían orar por ‘iluminación’. Lucas dijo Oren por la iluminación del Espíritu para que sepan la verdad y profundidad de su ser; conozcan las enseñanzas de la Iglesia para entender porqué Cristo dio Su vida por nosotros para librarnos del pecado.
La conciencia se hace muy significativa y siempre nos llamará a hacer lo que es bueno y evitar siempre el mal, el segundo principio que mencioné. Jamás podemos hacer estas decisiones simplemente con ver un programa de televisión o leer un artículo en el periódico o en Internet. Quizá no hallaremos verdadera Doctrina Cristiana ahí. Será una batalla y quizá tengamos que pedir consejos de una persona prudente, un teólogo moral, un sacerdote o diácono que esté bien versado en la materia. Nuestra decisión final en verdad debe estar informada por medio de la oración y la enseñanza de la Iglesia. Solamente después de toda esta labor, en oración, búsqueda, estudio de las enseñanzas de la Iglesia que emanan de la Palabra de Dios, ya sea del Antiguo o el Nuevo Testamento, podemos hacer una decisión informada.
Cuando la conciencia ya esté bien formada y se haga la decisión, se requiere una acción concreta. El individuo debe actuar en su decisión desde una perspectiva moral. No basta tener preocupación—agonía (en griego) como Jesús cuando aceptó la Voluntad de su Padre para la crucifixión—hay que actuar. Como dijo Jesús al final: “no se haga mi voluntad sino la tuya”. Dicho eso y que una persona esté obligada a actuar en su decisión, la Iglesia dice que jamás se debe forzar a un individuo a que actúe en contra de su conciencia. Eso destruye la integridad del ser humano. Eso es lo que nos distingue de la vida no-humana. No se puede forzar a ninguna persona a que actúe en contra de la conciencia, especialmente en cuestiones de religón. Para la cristiandad, jamás ha sido solamente la ‘Libertad de Culto’ en una iglesia por una hora a la semana; nuestra vida cristiana se debe vivir en público; debe haber ‘Libertad de Religión’ también. Cuando Jesús ascendió, Él dijo: “Vayan por todo el mundo. Proclamen la Buena Nueva. Enseñen todo lo que yo les he mandado, Bauticen en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y sepan que estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. Mis amigos, jamás debemos tener miedo de defender a la verdad.