WTC: Señor Obispo Zurek, su oficina ha emitido una nueva carta pastoral intitulada “De Muchas Culturas, Una Iglesia”. Esto fue en realidad a solicitud de un sacerdote que sirve en el Consejo de Presbíteros.
¿Nos puede usted hablar sobre el origen de la carta?
Obispo Zurek: Hace casi un año, la Fiesta de Todos los Santos fue en domingo, una parroquia local celebraba una Misa de Unidad y me pidieron oficiar en la misa y dar la homilía. El Evangelio de Todos los Santos son Las Bienaventuranzas; me sentí llamado a hablar sobre cómo las Bienaventuranzas nos convocan a vivir la vida cristiana, en particular con matiz hacia la unidad en donde muchas culturas se reúnen y tratan de vivir como Una Iglesia, Santa y Católica. Semanas después de haber dado la homilía, el pastor me dijo que los parroquianos aún la discutían y sugirió que sería una buena base para una carta pastoral. Me pidió considerarlo pero no lo pensé. Pocos meses después me lo pidió de nuevo. Entonces por tercera vez me lo pidió durante una junta del Consejo de Presbíteros. Los sacerdotes presentes me preguntaron si consideraría extender la homilía y emitirla como carta pastoral que tratara específicamente cómo las culturas se dan bienvenida mutua y laboran en armonía. Me di cuenta que lo haría con gusto porque hay áreas de fricción entre las culturas. Podría desafiar a nuevos inmigrantes pero también podría desafiar a la cultura local en el contexto de nuestra Fe Católica.
WTC: ¿Cuándo fue la última vez que una carta pastoral empezó como una homilía? ¿Ha oído usted de alguna simple homilía que diera génesis a una carta pastoral?
Obispo Zurek: Primeramente, no estoy seguro que era una simple homilía. No tengo memoria de tal origen para una carta pastoral. Cuando di la homilía ya había reflexionado por más de un año en áreas de inquietud de las culturas al reunirse, trabajar juntas, orar juntas y vivir juntas en armonía. Tal vez muchas inquietudes y problemas se deben a nuestra falta de entendimiento de las culturas. En el contexto de la teología católica, en el sentido de que somos llamados a ser parte del Reino de Dios, inicialmente pensé que podría emitir la carta pastoral en la Fiesta de Cristo Rey. Ese es un escenario perfecto debido al Reino de Dios descrito en la lectura del Apocalipsis y la Segunda Oración Eucarística para Reconciliación. Gente de todo lenguaje, cultura, raza y modo de vida se unieron en marcha al Reino de Dios, hechos uno en Cristo y el poder de Su Espíritu. Es ciertamente un tema oportuno y espero que sirva bien a la Iglesia aquí en la Diócesis de Amarillo.
WTC: ¿Podríamos destacar algunos detalles de la carta pastoral ya que nos ha despertado el apetito?
Obispo Zurek: Dividí la carta pastoral en tres partes, haciendo algo teológico, Trinitario. En la primera parte me refiero a lo que Juan Pablo II reintrodujo durante su pontificado. Recordó la belleza de communio, nuestra vocación a entrar por el bautismo a la vida Trinitaria y compartir la aceptación mutua y dadivosa del amor de la Santísima Trinidad que causa la ofrenda y aceptación mutua y completa de amor al extraño y al prójimo. No sólo nos llama a recibir ese amor, a aceptar el amor que se nos ofrece. Es un bello aspecto de nuestra Fe Católica que apunta a la Liturgia Eucarística misma. Cuando recibimos la Santa Comunión, no sólo recibimos al Señor Jesús y entramos más de plano a la Vida Trinitaria, sino que también entramos en comunión con todos los demás que reciben esa Comunión con nosotros. La ironía es que quizá amemos a algunos de ellos y no amemos a otros. El llamado y la realidad es que entramos en comunión con todos ellos. La primera parte de la carta pastoral se dirige a ese importante concepto teológico.
La segunda parte, las entrañas de la homilía, trata el refinamiento del Llamado a la Santidad. Para nosotros eso significa centrarnos en Isaías 55, que dice “así como el cielo está muy alto por encima de la tierra, así mis caminos se elevan por encima de sus caminos”. O como lo dijeron los profetas: “Soy Dios y no hombre”, lo que básicamente dice los modos de Dios son diferentes. Se nos llama a conformar nuestros modos para estar en armonía con los modos de Dios y no tratar de conformar a Dios a nuestra manera. Ese llamado se forma en vista de las Bienaventuranzas.
La tercera parte es muy práctica como debe ser. Aún el Papa Benedicto XVI cuyas encíclicas son muy teológicas y filosóficas incluye siempre una parte muy práctica. Ofrezco una lista de puntos que nosotros, como sociedad local, ciudadanos y quienes han vivido aquí mucho tiempo y se han asimilado en la sociedad de esta parte de los Estados Unidos, podemos hacer para dar bienvenida al nuevo inmigrante. En la segunda parte de la aplicación práctica sugiero lo que el inmigrante puede hacer para integrarse/asimilarse mejor en nuestra sociedad/cultura. Estas son cosas tan prácticas que pueden parecer obvias pero a veces es necesario decirlas. En términos de la iglesia diríamos ‘integración eclesial’ donde los recién llegados no tienen que renunciar a todo para hacerse parte de nuestra sociedad. La mejor parte de lo que traen se debe ofrecer como regalo a nosotros. La sociedad local no sólo debe ofrecer lo mejor nuestro sino también recibir lo mejor de ellos. Dado en un espíritu de amor paterno podemos reflexionar sobre eso. En especial debemos dialogar para que cuando conozcamos cara a cara a personas diferentes, nuestro diálogo sea muy diferente a la retórica que se esparce cuando no nos reunimos cara a cara.
Termino con una anécdota de mi primer viaje a la República Checa. Un seminarista en Roma me invitó a visitar la República Checa. Él estaba en el Seminario Nacional Checo en donde se educaban los jóvenes que escapaban del comunismo pero deseaban ser sacerdotes. Yo era el contacto entre el Obispo Morkovsky, uno de mis predecesores aquí en Amarillo, y en aquel entonces Obispo de Galveston-Houston. El seminarista Josef me invitó a visitar a su familia en Moravia; nos alojamos con su tía y tío que lo criaron y esperamos por una semana la oportunidad de conocer a su madre. Al fin en Noche Buena, los cinco seminaristas de Texas que me acompañaron y yo fuimos a Misa de Medianoche en una pequeña villa. Después de Misa una mujer y dos jóvenes se acercaron y ella dijo en checo fino, “Soy la mamá de Josef y es muy bueno al fin conocerlos”. Lo dijo repetidamente porque debido a toda la propaganda de los rusos acerca de los americanos, nos había observado toda la semana, lo que me dio escalofríos al saber que lo había hecho sin que yo lo supiera. Había tenido miedo de encontrarnos debido a esa propaganda, pero después de observarnos por una semana y ver el amor que le mostramos a su hija que había perdido a su esposo y su hijo en un accidente automovilístico al fin se nos acercó. Dijo: “Ahora comprendo que ustedes son gente como nosotros. No hay diferencia. Deberíamos abrazarnos mutuamente”. En ese espíritu les doy esta carta pastoral. Aquí en los Estados Unidos no ha habido propaganda como la experiencia de ella. Pero, como cristianos debiéramos reconocernos mutua y verdaderamente como los hermanos y hermanas que somos en Cristo.