The Formation Of Conscience
Editor’s Note: This is the third installment in Faithful Citizenship, written by Bishop Patrick J. Zurek.
Some question whether it is appropriate for the Church to play a role in political life. However, the Church teaches that the obligation to teach about moral values that should shape our lives, including our public lives, is central to the mission given to the Church by Jesus Christ. Even the Constitution of the United States protects the right of individual believers and religious bodies to participate and speak without government interference, favoritism, or discrimination.
The Catechism of the Catholic Church further teaches that responsible citizenship is a virtue, and participation in political life is a moral obligation. “It is necessary that all participate, each according to his position and role, in promoting the Common Good. This obligation is inherent in the dignity of the human person…As far as possible citizens should take an active part in public live.”(CCC, # 1913-1915)
Today, with the advance of science and technology, making moral decisions that affect the Common Good of all, requires a well-formed Conscience. The bishops, together with priests and deacons, assisted by religious and lay leaders are called to teach fundamental moral principles that will help Catholics form their consciences correctly and so that all can receive guidance on the moral decisions of public decisions and the formation of local, state or national policy.
Pope Benedict XVI, in Deus Caritas Est, states the following: “The Church wishes to help form consciences in political life and to stimulate greater insight into the authentic requirements of justice as well as greater readiness to act accordingly, even when this might involve conflict with situations of personal interest…The Church cannot and must not take upon herself the political battle to bring about the most just society possible. She cannot and must not replace the State. Yet at the same time she cannot and must not remain on the sidelines in the fight for justice.” (DCE, # 28) Then he adds: “The direct duty to work for a just ordering of society is proper to the lay faithful.”(DCE, 29)
Therefore, the Catholic must seek to develop a fell-formed conscience. This is a serious and lifelong obligation to form one’s conscience in accord with human reason and the teachings of the Church. “Conscience is not something that allows us to justify doing what we want, nor is it a mere ‘feeling’ about what we should or should not do. Rather, conscience is the voice of God human heart, revealing the truth to us and calling us to do what is good while shunning what is evil.” (Faithful Citizenship, # 17, 2007) In a sense, Conscience is the inner sanctum of an individual where he or she meets God and where God reveals the good to be done and the evil to be avoided.
“Conscience is a judgment of reason whereby the human person recognizes the moral quality of a concrete act that he is going to perform, is in the process of performing, or has already completed. In all he says and does, the human person is obliged to follow faithfully what he knows to be just and right.” (CCC, # 1778)
The formation of conscience includes several elements.
• First, there is a desire to embrace goodness and truth. For a Catholic this begins with an openness and willingness to seek the truth and what is right by studying the Sacred Scriptures and the teaching of the Church as contained in the Catechism of the Catholic Church.
• Then it is important to examine the facts and background information about the various choices that are possible. This also involves getting correct information in regard to the issue involved, the correct understanding that science or technology offers, and the repercussions of each choice.
• It necessitates a prayerful reflection in order to discern the Will of God. This includes the participation in Sunday Mass as well as personal prayer and reflection on the issues at stake in view of the teachings of the Church.
• The well-formed conscience will develop not only through knowledge of the moral teachings, but also through the development and practice of the Virtue of Prudence.
Prudence enables us “to discern our true good in every circumstance and to choose the right means of achieving it.” (CCC, 1806) Prudence shapes and informs our ability to deliberate and at times struggle over available alternatives, to determine what is most fitting to a specific context, and to act decisively. Exercising this virtue often requires the courage to act in defense of moral principles when making decision about how to build a society of justice and peace.” (Faithful Citizenship, 19, ’07)
The Church’s moral tradition is also very clear that “a good end does not justify an immoral means.” As we all seek to advance the Common Good, by defending the inviolable sanctity of human life from conception to natural death, by defending marriage, by feeding the hungry and housing the homeless, by welcoming the immigrant and protecting the environment, it is important to recognize that not all possible courses of action are morally acceptable. There must always be careful discernment, which will always require much prayer and the inspiration and guidance of the Holy Spirit that comes from fervent and profound prayer. (To be continued)
+Bishop Patrick J. Zurek
Bishop of Amarillo
La Formación de la Conciencia
Nota Editorial: Esta es la tercera porción de Ciudadanía Fiel escrita por el Obispo Patrick J. Zurek.
Algunas personas preguntan si es propio que la Iglesia tome parte en la vida política. La Iglesia enseña que la obligación de infundir los valores morales que deben formar nuestra vida, inclusive nuestra vida pública, están al centro de la misión que Jesucristo le dio a la Iglesia. Hasta la Constitución de los Estados Unidos les protege a los creyentes y grupos religiosos el derecho de participar y expresarse sin que el gobierno interfiera ni muestre favoritismo o discriminación.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña además que la ciudadanía responsable es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral. “Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el Bien Común. Este deber es inherente a la dignidad de la ser humano...Los ciudadanos deben en cuanto sea posible tomar parte activa en la vida pública.” (CIC 1913-1915).
Actualmente, con los avances en la ciencia y tecnología, se requiere una conciencia bien formada para hacer decisiones morales que afectan el Bien Común de todos. Con ayuda de líderes religiosos y laicos, les corresponde a los obispos, sacerdotes y diáconos, impartir los principios morales fundamentales que ayuden a los católicos a formar correctamente sus conciencias para que todos puedan recibir dirección moral para hacer decisiones públicas y para la formular política local, estatal o nacional.
El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Deus Caritas Est, dice: “La Iglesia…quiere servir a la formación de las conciencias en la política y contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad para actuar conforme a ella, aun cuando esto estuviera en contraste con situaciones de intereses personales…La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia”. (DCE, #28) Y después añade: “El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos”. (DCE, #29)
Así pues, “los católicos tienen una obligación seria y para toda la vida de formar su conciencia en acuerdo con la razón humana y la doctrina de la Iglesia. La conciencia no es algo que nos permite justificar cualquier cosa que queramos hacer, ni tampoco es simplemente un ‘sentimiento’ acerca de lo que deberíamos o no hacer. Más bien, la conciencia es la voz de Dios que resuena en el corazón humano, revelándonos la verdad y llamándonos a hacer el bien a la vez que a rechazar el mal”. (Ciudadanos Fieles, #17, 2007) En cierto sentido, la Conciencia es el lugar interior en donde el individuo encuentra a Dios y en donde Dios le revela el bien por hacer y el mal por evitar.
"La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto" (CIC, #1778)
La formación de la conciencia incluye varios elementos.
• Primero, hay un deseo de abrazar la bondad y la verdad. Para el católico esto empieza con una disposición a buscar y recibir lo que es bueno y verdadero estudiando las Sagradas Escrituras y la enseñanza de la Iglesia que contiene el Catecismo de la Iglesia Católica.
• Es importante pues, examinar los hechos e información de fondo de la variedad de opciones posibles. Esto requiere adquirir información correcta de los asuntos a la mano, entendimiento correcto de lo que la ciencia y tecnología ofrecen y de las repercusiones de cada opción.
• Se necesita reflexionar en oración para discernir la Voluntad de Dios. Esto incluye participación en Misa semanal además de oración personal y reflexión para considerar asuntos según las enseñanzas de la Iglesia.
• La conciencia bien formada se desarrollará no sólo por medio del conocimiento de las enseñanzas morales, sino también a través del desarrollo y la práctica de la Virtud de la Prudencia.
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. (CIC #1806) La prudencia forma e informa nuestra capacidad para deliberar sobre las alternativas disponibles, identificar cuál es la más adecuada en un contexto específico y actuar decisivamente. El ejercitar esta virtud requiere a menudo de la valentía para actuar en defensa de principios morales cuando se toman decisiones sobre cómo construir una sociedad de justicia y paz. (Ciudadanos Fieles, #17, 2007)
La tradición moral de la Iglesia también dice muy claramente que “un buen resultado no justifica un medio inmoral”. Avanzar el Bien Común al defender la santidad inviolable de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, al defender el matrimonio, al dar alimento a hambriento y refugio al desamparado, al recibir al inmigrante y al proteger el ambiente, es importante reconocer que no todos los métodos posibles son moralmente aceptables. Debe haber siempre un discernimiento cuerdo, lo que siempre requiere mucha oración y la inspiración y guía del Espíritu Santo que resulta de la oración profunda y fervorosa.